miércoles, 7 de mayo de 2008

Las [Dest]Rozas » Capítulo 01




Llevo, no sé, cosa de doce años viniendo a trabajar a un culo del mundo como otro cualquiera. Es/era el Polígono Empresarial Las Rozas, en el Pinar de Las Rozas.

Efecto colateral, y no precisamente nimio, es el de llevar aguantando ese mismo intervalo temporal a los hijos de puta de Renfe y su servicio heptamundista. Pero como estos mierdas ya tienen sección fija en la bitácora, abordaremos otros aspectos distintos que después de tanto tiempo tenía tantas ganas de publicar como poco tiempo para dedicar y malgastar (porque vuelvo a repetir que para lo único que sirve esto es para soltar bilis y sapos; las soluciones no llegan y quienes tienen el deber de adoptarlas -de haberlas adoptado hace años- no están por la labor).

¿Por dónde empezar? Érase una vez que se era un polígono de mierda a 30 Km. de Madrid (los cuales, evidentemente, van creciendo a medida que te desplazas por anillos concéntricos cada vez más alejados).

La estación de los indeseables a casi un cuarto de hora andando y sin camino: o te jugabas la vida en las rotondas y caminando y cruzando por la vía de servicio de la A-6 o por un camino de tierra con el cual llegas con la ropa y zapatos llenos de polvo (y barro cuando llueve, que es de higos a brevas).

Resumiendo, en la parte negativa:

-1- A tomar por saco
-2- Poco accesible. Sólo pensado para el coche, como es habitual.

En la parte positiva:

-1- Era tan caro /hablo de oídas, lo reconozco, aunque la cuestión es/ que sólo había dos empresas en mitad de una enorme extensión. Es decir, no sufría de masificación.
-2- En cinco minutos andando estabas en mitad del campo (mi calle finalizaba un poco más abajo en un quitamiedos).
Ideal para darse una vuelta o salir a efectuar mis estiramientos.
-3- También había una serie de lugares por donde entrenar, como fui descubriendo en sucesivas salidas.

-4- Veías de vez en cuando atardeceres de caérsete la baba, escabuyéndose el soluco tras los montes.

Peeeeeeeeeeeeeeeeeeeeero, un buen día alguien pensó. Que aquello no era negocio. Asínque... Casualmente, se recalificó el terreno.


Y la fastidiamos. A día de hoy tiene/tenemos lo peor de un polígono industrial y lo peor de una ciudad.


Ampliaremos detalles en sucesivas entregas.

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