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Tras el fiasco del primer experimento, decido darle tres capas nuevas a cada calcetín.
A pesar del horroroso calor, aplico la segunda capa cuando la primera no está del todo seca. Ídem con la tercera.
La cuestión es que ha quedado como una especie de gelatina que me da muy mala espina (¡toma pareado!).
La sensación al empezar a andar y trotar con los calcetines puestos es rara, como si estuviera pisando... ¿barro? ¿pescado? Noto cómo los pegotes de pintura se están moviendo. No quiero ni mirar la suela de los calcetines.
Sin embargo, por una vez la chapuza ha salido bien. Cuando vuelvo al vestuario, veo que lo que he conseguido es acumular mayor cantidad de pintura en las zonas de mayor contacto y presión. Vamos, una esepcie de calcetín minimalista con plantilla incorporada.
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viernes, 14 de octubre de 2011
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